El consumo de forma compulsiva en los comienzos de la pandemia, cuando el papel higiénico era el objeto más deseado ante el miedo a un desabastecimiento, ha vuelto esta última semana transformado en furor por los hornillos de gas. El miedo ante el desabastecimiento inunda las conversaciones en cualquier rincón de España.
Primero fueron los bienes intermedios que proceden de la industria china, a los que siguieron los proveedores asiáticos de microchips y ahora el último escalón de la crisis de suministros golpea ahora al sector primario. Lo que en nuestro país parece impensable es ya una realidad en algunos países y las estanterías de los supermercados en EEUU o Reino Unido se enfrentan a la escasez de productos frescos.
Analicemos esta crisis en un sector que ha resistido los envites de la pandemia, demostrando su fortaleza económica en los momentos más duros. El sector que aporta más del 8% al PIB, está ahora al límite por la actual crisis de suministros y de materias primas. Y es que sus costes se han disparado y el incremento final de precios no llega.
Están afrontando la campaña más cara de la historia, sólo en los últimos meses los fertilizantes han escalado un 300%; la energía eléctrica un 270%, el gasóleo un 73% o los piensos un 23%…
Además a esto se suma que en el Levante español sin duda una fuerza tractora imprescindible para el sector nacional, los agricultores pagan el agua más cara de España y siguen abocándolos al consumo de cada vez mas agua desalada cara y con costes medioambientales indiscutibles.
Esta nueva crisis se suma a la que ya arrastraban y que les llevó en febrero de 2020 a que miles de tractores y agricultores colapsaran Valencia, Lucena, Lleida o Asturias para exigir precios justos y soluciones. La distribución no adapta los precios a las diferentes coyunturas y el Gobierno no ha parado de subir los costes fijos vía impuestos desde hace años, como ocurre con los laborales. También en la electricidad, donde el 60% de la factura son impuestos. De los costes totales de producción de un invernadero tipo, el 41% son impuestos y el 26% es mano de obra, por poner un ejemplo.
Las reivindicaciones del sector se deben dirigir también directamente a Europa. De sus medidas depende sin duda la viabilidad del sector, y lo que es lo mismo su rentabilidad, especialmente cuando por desgracia es ya una mala costumbre utilizarnos como moneda de cambio con terceros países poniendo en riesgo nuestra competitividad. En definitiva, son muchos los aspectos que han dado lugar a una tensión en el sector que ha causado la pérdida de rentabilidad y las medidas que demandan son claras y necesarias para dar un giro a una situación que ya hoy es un problema de Estado.
Las espectaculares subidas de costes están poniendo al sector en una situación muy difícil y es que los costes que ya eran superiores a los márgenes son ahora inasumibles. Una coyuntura que podría llevar a miles de explotaciones a la desaparición. Este cuello de botella que se ha formado en el comercio internacional y el alza de los precios de las materias primas y la energía amenaza al sector primario, que tendrá que subir precios o verse obligado al cierre. Con la mirada puesta en la inminente Navidad el sector no pierde la esperanza de que lleguen las necesarias medidas de apoyo financieras y fiscales para amortiguar las subidas de los costes por el bien de productores y consumidores.
Pero a día de hoy nadie parece escuchar el grito del agro español.