El sector agroalimentario afronta retos que marcarán su futuro. Estos desafíos pasan necesariamente por la digitalización y la profesionalización. Los nuevos profesionales que se incorporen a la actividad agraria deben estar bien formados, ya que tendrán que incorporar nuevos conocimientos a su práctica diaria.
Resulta innegable que en los últimos años se ha producido un cambio en la actitud de los consumidores que está transformando el sector agroalimentario. La sociedad evoluciona. Nos preocupamos más por la salud, y creemos firmemente en la necesidad de apostar por hábitos de vida más sostenibles. Una evolución que afecta a la modernización de todos los sectores, y en especial al agroalimentario: aumentan los cultivos bio, avanza la tecnificación de las granjas ganaderas, mejora el cuidado animal, y a la vez la producción aumenta para poder abastecer a una población creciente.
Hasta ahora, una gran parte del sector ha asumido esos retos, pero mantenía patrones tradicionales. Todo esto está marcado por el peso evidente que tienen las explotaciones familiares —cerca del 60% del trabajo en el campo es trabajo familiar—; que apenas se apoyan en las herramientas formativas ofertadas en el mercado. A día de hoy solo el 2% de los responsables de explotaciones agrarias tiene formación universitaria, una cifra cuyo cambio radical es necesario si queremos garantizar con éxito el futuro del sector.
La formación de los agricultores es un problema estructural del sector agroalimentario. Aunque en los últimos años existe un avance real gracias a las actuaciones para la formación continua elaboradas a partir de los Planes de Desarrollo Rural del Ministerio de Agricultura, resulta necesario que las materias sobre las que se forme el agricultor sean más diversas y abarquen ámbitos más allá de la gestión diaria de la explotación. Hablaríamos de una formación orientada a materias como la comercialización, la innovación del producto o la adaptación al cambio climático entre otras. Además, esta formación puede contribuir a incrementar el papel de las mujeres en la agricultura, así como su posicionamiento dentro de la explotación. Esta profesionalización del sector se convierte en una herramienta fundamental para eliminar la segregación por sexos tanto horizontal como vertical que caracteriza a muchas de las explotaciones. Asimismo, resulta imprescindible planificar la formación de los agricultores con una perspectiva integral que valore la realidad del sector y sea consciente de la importancia de un aprendizaje coordinado y flexible a todos los niveles.
Además, a todo lo anterior sumamos que no existe un relevo generacional suficientemente garantizado, lo que nos lleva en muchos casos, sobre todo en las explotaciones menos rentables, al abandono de los cultivos. En este caso, la solución pasa por incentivar la profesión agroalimentaria entre los jóvenes y generar una nueva hornada de profesionales con formación adecuada para garantizar el éxito y la viabilidad de estas explotaciones. En un entorno competitivo y con requerimientos de cualificación de los trabajadores cada vez mayores, un modelo productivo de éxito exige un sistema de cualificación profesional de calidad.
Si queremos adaptar a los nuevos profesionales a los cambios del sistema de producción y gestión es necesario que la formación profesional responda a las necesidades del sector y a su realidad. Una opción consistiría en trabajar por proyectos o potenciar la Formación Profesional (FP) Dual. Esta opción resulta de gran interés si tenemos en cuenta que nos encontramos en un mercado laboral con desajustes entre la oferta y la demanda. Hablamos de que en el sector agroalimentario cerca del 9% de vacantes de empleo se queda sin cubrir y de que 8 de cada 10 empresas reconocen tener dificultades a la hora de encontrar talento. Dada la situación actual, la FP Dual se ha convertido en una alternativa eficaz tanto por la alta inserción laboral de los alumnos como por las ventajas que tienen las empresas para solucionar sus necesidades de trabajadores cualificados. La FP tiene una tasa de inserción laboral superior al 80%, un porcentaje incluso superior en la FP Dual.
Los jóvenes tienen que saber que en el sector agroalimentario existen oportunidades laborales. Un sector que se encuentra inmerso en un proceso de transformación que afecta al conjunto de sus perfiles profesionales en lo referente a competencias relativas a la digitalización, tecnificación, sostenibilidad, así como de estrategias comerciales y gestión empresarial.
Es muy importante empoderar a los agricultores desde la formación, de modo que puedan afrontar con solvencia los retos que plantea la alimentación sostenible. Nuevos perfiles profesionales que deben optar por el conocimiento técnico, la innovación y la tecnología para afrontar un sector que se ha convertido en estratégico.