Por Adela Martínez Cachá.
Empezaba el aciago 2020 y los agricultores tomaban las calles de toda la geografía de nuestro país. Era un grito necesario y que pilló a la sociedad aletargada, pero ellos demostraron que la unión, sin duda alguna, les hacía más fuertes, y comprendimos como sociedad que con unos precios ruinosos y unos costes de producción por las nubes era imposible que continuaran trabajando.
Muy poco después la amenaza de la pandemia se convertía en cruda realidad y en tiempo récord el agro reaccionó, no solo adaptándose a la nueva situación y estableciendo protocolos de actuación antes y mejor que en otros ámbitos, sino que se recompusieron en cuestión de horas. Todo el sector agroalimentario ha estado dando el callo en el campo, en su aprovisionamiento de insumos, en las industrias, en la logística, en la distribución, en la comercialización, en los almacenes, y en los puntos de venta de todo el mundo. Los hemos visto trabajar sin desfallecer y de nuevo hemos sido conscientes de lo importantes que son en nuestro día a día. Hubo aplausos también para ellos porque estuvieron a la altura, y de la noche a la mañana, y por primera vez, los convertimos en héroes.
Es evidente que uno de los males endémicos es el silencio. Todo lo han hecho siempre sin hacer ruido y la sociedad no ha podido interiorizar suficientemente y de manera natural como tantas otras cosas: los cambios, los avances, los esfuerzos en calidad y seguridad alimentaria, la revolución en internacionalización y en definitiva la excelencia alcanzada. ¿Somos realmente los españoles conscientes de que nuestra industria agroalimentaria es irremplazable en el mundo? ¿Sabemos que si nuestras fábricas de alimentos parasen los lineales de los principales supermercados se vaciarían sin solución? ¿Imaginamos un sector que se ha profesionalizado y ha integrado la producción sostenible sin fisuras pero en un proceso no exento de dificultades?
Terminábamos el 2020 con el sinvivir de una negociación BREXIT in extremis que podía, y casi lo consigue, dejar en una situación compleja al agro. Se utilizó una vez más uno de los eslabones más débiles de la cadena: a nuestros transportistas cargados de frutas y hortalizas que se veían atrapados al otro lado del Canal mientras se jugaba una partida de la alta política internacional. Una crisis económica y social que ponía una vez más al sector en la palestra. Afortunadamente cuando tocaba la campana los aranceles desaparecieron del acuerdo.
Cuando pase la borrasca Filomena y las nevadas sean solo un recuerdo olvidaremos que alguna vez estuvo aquí. No conseguiremos que arraiguen los avances si es a base de arranques y parones. Por eso siempre es mejor una lluvia fina que cala hasta los huesos y que casi sin darte cuenta sabes que como sociedad tienes la “obligación” de defender a los agricultores y ganaderos, porque más veces de las que nos gustaría se encuentran en un callejón sin salida. Porque cada vez son más los que abandonan sus explotaciones porque no son rentables. Porque más veces de las que pensábamos tiran de economías debilitadas por crisis como la que vivimos.
Está claro que es hora de poner el foco en los actores principales, que son ellos: agricultores y ganaderos comprometidos con su trabajo y responsables de que los alimentos lleguen a nuestras mesas. Hagamos más “ruido” para que una pieza indispensable en el desarrollo socioeconómico español encaje en el lugar que le corresponde y se visualice sin ninguna duda. Mostremos como sociedad el respeto y la admiración que merecen. El campo está trabajando y necesitamos que siga haciéndolo. Sintamos orgullo del sector que continuará produciendo en la ya, tercera ola de la pandemia, alimentos saludables y sigamos siendo como país proveedor necesario para el mundo.
No olvidemos nunca que, desde el campo a los supermercados, pasando por la logística, la distribución, el almacenaje y la comercialización, nos han demostrado a todos la necesidad de cuidar a nuestra industria alimentaria. Con todas las dificultades que hemos vivido y seguimos viviendo, hemos de presumir del agro.
Y nosotros ayudaremos a que la lluvia cale…